Cargando...

Espiritualidad, redes sociales y la nueva cara del sexismo… INTERESANTE



En la era del estilo de vida consciente, la autosanación y los discursos ‘despiertos’, el machismo no ha desaparecido: simplemente ha cambiado de vestuario. Hoy, asistimos a una forma más sutil y revestida de glamour: el sexismo del new age, disfrazado de enfoque espiritual, donde frases como “la energía femenina debe rendirse ante la masculina” o “el hombre es el protector natural” perpetúan roles de género rígidos con un barniz de conciencia.

En muchos espacios de espiritualidad contemporánea, se promueve una visión esencialista de los géneros: la mujer como cuidadora intuitiva, suave, receptiva; el hombre como líder firme, proveedor y dominante. Bajo estos supuestos, se refuerza la idea de que lo femenino y lo masculino son energías opuestas, complementarias, pero jerarquizadas. 

Aunque estos discursos puedan parecer inofensivos o incluso empoderadores, en realidad niegan la diversidad de identidades y refuerzan una estructura binaria que sigue colocando a lo masculino como el principio activo y a lo femenino como el pasivo. Se trata del mismo machismo de siempre, solo que ahora con mantras y cuarzos.

En plataformas como TikTok, Instagram y YouTube, proliferan los influencers que, amparados en discursos de “éxito personal” o “retorno a los valores”, revalorizan estereotipos de masculinidad tóxica. Desde quienes promueven que “un hombre de verdad nunca llora” hasta quienes predican que las mujeres deben “servir con devoción a sus hombres”, el mensaje es claro: volver a una jerarquía de género tradicional.

Este tipo de contenido no solo tiene millones de vistas, sino que también genera comunidades cerradas donde se deslegitima el feminismo, se ridiculiza la diversidad de género y se promueve una virilidad asociada al control, la fuerza y el éxito económico. Muchos jóvenes, en busca de sentido o pertenencia, terminan interiorizando estas ideas como verdades absolutas.

Una idea clave que parece perderse en medio de estos discursos es que los roles de género no son naturales ni están predeterminados. No son el resultado de “energías cósmicas”, sino de construcciones sociales que han evolucionado (y seguirán evolucionando) con el tiempo. Cuidar, liderar, expresar emociones, emprender, ceder, contener, crear: ninguna de estas acciones es exclusiva de un solo género.

Reforzar la idea de que hombres y mujeres deben comportarse de cierta manera por su biología o su “energía” es una forma moderna de sexismo. En este contexto, también ha surgido el fenómeno de las “Tradwives” (esposas tradicionales), mujeres que voluntariamente asumen el rol de amas de casa sumisas, obedientes y devotas, como una forma de “retomar el orden natural”. Aunque el discurso gira en torno a la elección libre, muchas veces estas decisiones están marcadas por el deseo de validación masculina y por la interiorización de ideas patriarcales disfrazadas de estilo de vida.

El problema no es que alguien elija cocinar o cuidar a su familia, sino que se idealice una estructura que históricamente ha oprimido a las mujeres, y se presente como la única vía legítima para la “feminidad real”. En redes, muchas tradwives usan la estética vintage y la retórica de “la mujer virtuosa” para justificar dinámicas de desigualdad que se presentan como “naturales” o “espirituales”.

En pleno 2025, deberíamos tener claro que el machismo no solo grita, también susurra. Que puede esconderse bajo discursos bonitos, imágenes pulidas y supuesta libertad de elección. La espiritualidad, como la cultura digital, tiene el potencial de liberarnos o de encerrarnos aún más en moldes antiguos. Por eso, es necesario mirar con ojo crítico incluso los espacios que parecen más inocentes o “elevados”.

Porque si el nuevo despertar solo sirve para dormir nuestras conciencias críticas, entonces no es evolución: es retroceso con otro nombre.