Cargando...

Feminización de la pobreza



El concepto de ‘’Feminización de la pobreza’’ ha tomado presencia en las últimas décadas como una política pública tanto en el Gobierno Federal como en el ámbito Estatal. Además de contextualizar en el presente está práctica en las políticas públicas mexicanas. Las mujeres, como lo hemos mencionado en artículos anteriores, vivimos en un contexto desigualdad a pesar de que somos mayoría este país; representamos el 51.2 por ciento de la población de las más de 123 millones de personas que habitamos México.

Marcela Lagarde, menciona en su artículo ‘’Mentalidades y Cultura’’: ‘’Se cree que, por instinto, las mujeres nos dedicamos a la procreación, a la maternidad y a la vida doméstica en reclusión en lo privado y lo público, y que por instinto los hombres se dedican a la producción, al trabajo, al pensamiento y a la política en el mundo público’’.

Y bajo este mito, se ha construido otro dogma, en el que se cree que el trabajo que realizamos las mujeres en el espacio privado no tiene ningún tipo de valor.

En la IV Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Mujer, realizada en Beijing en 1995, se afirmó que el 70% de las personas pobres en el mundo éramos las mujeres, por lo que erradicarla fue un plan de acción desde entonces. Sin embargo, si hacemos un poco de reflexión sobre la historia, cada política pública a favor de nosotras, cada derecho ganado; viene normalmente acompañado de nuevas dificultades, de nuevas luchas. En la práctica tiende a distorsionarse, a limitarse. En ocasiones de forma sutil y casi imperceptible.

Algunas políticas públicas suelen reproducir y reforzar estereotipos entre hombres y mujeres. Tomemos el ejemplo del ‘’Salario rosa’’, un apoyo económico para las mujeres en situación de pobreza que son jefas de familia y no reciben ningún ingreso. Esta política pública que se ha impulsado en México no promueve ningún tipo de empoderamiento de las mujeres, mucho menos su participación en el espacio público. Avala que el trabajo doméstico es intrínseco, una característica de la condición de vida.

Estos programas, además generan violencia a miles de mujeres mexicanas. Debido a que, en su entrega, se organizan eventos masivos con largas filas y horas de espera bajo altas temperaturas. Ocasionando que mujeres sufran desmayos, insolación, deshidratación e incluso la muerte. Estas políticas públicas terminan en convertirse en una estrategia de condicionamiento, de vulnerabilidad. En el que precisamente, se aprovecha de la pobreza de las mujeres en un ejercicio de reforzamiento del poder gubernamental y no del empoderamiento de la mujer.

La Feminización de la Pobreza, como lo ha señalado la Organización de las Naciones Unidas (ONU) es el creciente empobrecimiento tanto material, como de condiciones de vida y de los derechos fundamentales de las mujeres, a consecuencia de políticas sociales que no resuelven esta situación, así como, de la falta de ajustes estructurales para resolver este problema, que va más allá del trabajo gratuito de las mujeres en el hogar.

Las agendas de género de los gobiernos en las últimas décadas tienden a reducirse a estas políticas públicas en la simple creación de programas sociales de financiamiento que se centran en mujeres o a un cierto grupo de la población. A una sola práctica de analizar el problema mostrando situaciones de victimización y de carencia. Por lo que tendrán una capacidad de incidencia limitada; no generarán cambios sustantivos y reales en el mercado laboral, en la economía, en las relaciones humanas y no se acercarán mucho menos a resolver el contexto de violencia y pobreza que viven millones de mujeres mexicanas.