Cargando...

El día que alzamos la voz: la primera vez que las mujeres votaron en México



La historia de los derechos políticos de las mujeres en México cambió para siempre el 3 de julio de 1955, cuando por primera vez acudieron a las urnas para elegir a sus representantes federales. Este acontecimiento no fue un regalo ni una concesión; fue el resultado de décadas de lucha, organización y resistencia por parte de mujeres que soñaban con un país donde sus voces tuvieran el mismo peso que las de los hombres. 

El derecho al voto para las mujeres en México no surgió de la noche a la mañana. Desde principios del siglo XX, muchas activistas y pensadoras comenzaron a cuestionar un sistema que las relegaba al ámbito doméstico y les negaba el derecho a participar en las decisiones que moldeaban al país. En 1916, durante el Primer Congreso Feminista de Yucatán, mujeres como Hermila Galindo y Elvia Carrillo Puerto alzaron la voz por la igualdad política. Décadas más tarde, el movimiento cobró fuerza con liderazgos como el de Amalia Castillo Ledón y Aurora Jiménez de Palacios, quienes impulsaron reformas legales y exigieron el reconocimiento de los derechos políticos de las mujeres. 

Finalmente, en 1953 se reformó el artículo 34 constitucional para reconocer la ciudadanía plena de las mujeres mexicanas. Y dos años después, en las elecciones del 3 de julio de 1955, por primera vez en la historia nacional, las mujeres votaron y también fueron elegidas para ocupar cargos públicos. Aquella jornada marcó un antes y un después: el voto no fue solo una papeleta depositada en una urna; fue una declaración de libertad. Representó el reconocimiento legal de las mujeres como ciudadanas con capacidad de elegir y ser elegidas. Pero más aún, sembró la semilla de un principio fundamental: el derecho a decidir sobre nuestras vidas, cuerpos y futuros.

 Ese momento histórico abrió la puerta para que las mujeres comenzaran a tomar un papel activo en la política, en las decisiones públicas y, poco a poco, también en los temas que durante años habían sido tabú o considerados "ajenos" a la agenda política, como la maternidad voluntaria, los derechos sexuales y reproductivos, y la violencia de género. 

Recordar el 3 de julio de 1955 no es un acto de nostalgia; es un llamado a la acción. Hoy más que nunca, honremos a aquellas que lucharon antes que nosotras levantando la voz, votando con conciencia y participando activamente en la construcción de un México más justo, más libre y más igualitario.